Decía Santo Tomás que la alegría es el brillo del amor: donde brilla la alegría hay amor. El sacerdote Pablo Domínguez, decano de la Facultad de Teología San Dámaso de Madrid, días antes de morir por accidente en su descenso del Moncayo, decía a las monjas del convento cisterciense de Tulebras (Navarra): “Cuando uno ama a Dios la alegría es total… La alegría más grande está en el amor más grande, pero el amor más grande está en el amor que Dios nos tiene… La alegría más grande ocurre cuando alguien reconoce que Dios le ama… Cristo produce la alegría más grande, pues saberse amado por Dios es la mayor alegría”.
Por el contrario, un mundo que rechaza el amor de Dios no puede conocer la alegría: “la mayor tristeza es la de no ser santos”, decía el poeta francés León Bloy. La verdadera alegría brota de lo más profundo de nuestro corazón al contemplar la belleza del amor gratuito que Dios tiene por cada uno de nosotros.
la alegría de la fe en un mundo triste
Toda la obra teológica de Joseph Ratzinger está llena de “la alegría de la fe”, de “la alegría de la amistad con Dios”, en palabras del cardenal Koch.[1] Es más, si analizáramos la palabra más repetida en los textos de Benedicto XVI sería “alegría”. Dos bellas muestras de ello son las palabras del Santo Padre sobre la alegría de los jóvenes en la JMJ en Madrid [2] y su invitación a la alegría en el mensaje a los jóvenes a la JMJ 2012 en Roma.[3]
Finalizada la JMJ del año 2011 en Madrid, Benedicto XVI se preguntaba de dónde viene esta alegría desbordante que han manifestado al mundo los jóvenes presentes en la JMJ de Madrid; qué la origina y cómo se explica. Y señalaba una causa profunda: la certeza que proviene de la fe. “Yo soy amado, tengo un cometido en la historia. Soy aceptado, soy querido. Si Dios me acoge y estoy seguro de ello, sabré definitivamente que es bueno que yo exista… “La fe alegra desde dentro”, concluía el Papa.
Este es el origen misterioso de esta alegría, inexplicable para el mundo pero experiencia cotidiana para el cristiano: la alegría que brota de la certeza de sentirse amado incondicionalmente por Dios, con un amor sin límites, gratuito, manifestado en Cristo Jesús.
El Papa Benedicto XVI quiso dedicar su mensaje de la JMJ 2012 precisamente a la alegría, invitando a los jóvenes de todo el mundo a la alegría. Tomando la cita de San Pablo a los Filipenses: “Alegraos siempre en el Señor” (Flp 4,4), la Iglesia siente la vocación de llevar la alegría a este mundo tan marcado por la tristeza y la inquietud; “una alegría auténtica y verdadera, porque nuestro corazón está hecho para la alegría… y Dios quiere hacernos partícipes de su alegría divina y eterna”, señala Benedicto XVI.
El anuncio del Evangelio siempre va acompañado de alegría. La alegría nace en nuestro corazón al recibir la Buena Noticia. Así lo manifiesta el arcángel San Gabriel en la Anunciación a María: “¡Alégrate!” (Lc 1,28) y así lo anuncian también los ángeles a los pastores: “Una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo” (Lc 2,10). También los Magos, puesto que, “al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría” (Mt 2,10).
La cercanía del Señor siempre produce alegría: “Alegraos siempre en el Señor, os lo repito alegraos” (Flp 4,4). Por ejemplo, Zaqueo recibió en su casa al Señor “con alegría” (Lc 19,6). Jesús al celebrar la Última Cena se dirige a sus discípulos así: “Para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a su plenitud” (Jn 15,11). Jesús Resucitado sale al encuentro de las mujeres y les anuncia: “Alegraos” (Mt 28,9).
amar con alegría, servir con generosidad
Porque “el mal no tiene la última palabra sobre nuestra vida”, insiste Benedicto XVI, y “la alegría es el signo de la presencia del Señor y de su acción en nosotros”. Y esta alegría no la podemos callar ni la podemos ocultar: porque la luz siempre brilla en medio de la oscuridad de la noche. “El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo” (Mt 13,44).
El Papa Benedicto XVI nos invita a la alegría del hombre que encuentra el tesoro escondido, como señaló el 15 de marzo de 2012 en su mensaje para la XXVII Jornada Mundial de la Juventud, celebrada el pasado Domingo de Ramos en Roma: “El Señor en la cruz entregó su vida porque os ama. La contemplación de un amor tan grande da a nuestro corazón una esperanza y una alegría que nada puede destruir. Un cristiano nunca puede estar triste porque ha encontrado a Cristo, que ha dado la vida por él”. Basta con aceptar humildemente este amor gratuito de Dios manifestado en Cristo Jesús, y pedir la gracia de desear amar este amor: “Jesús, mi alegría es amarte a Ti”, decía Santa Teresa de Liseaux.
El amor produce alegría, y la alegría es una forma de amor. “La alegría está íntimamente unida al amor; ambos son frutos inseparables del Espíritu Santo” (Gá 5,23). La beata Madre Teresa de Calcula, recordando las palabras de Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir” (Hch 20,35), decía: “La alegría es una red de amor para capturar las almas. Dios ama al que da con alegría. Y quien da con alegría da más”.
Incluso en medio de las pruebas y los sufrimientos, los santos están alegres, como dice Benedicto XVI, en el citado mensaje del 15 de marzo de 2012: “La vida de muchos santos nos muestra cómo el dolor puede ser transfigurado por el amor y estar habitado misteriosamente por la alegría. La alegría cristiana no es una huida de la realidad, sino una fuerza sobrenatural para hacer frente y vivir las dificultades cotidianas. Cuando participamos en sus sufrimientos, participamos también en su alegría. Con él y en él, el sufrimiento se transforma en amor. Y ahí se encuentra la alegría”.
siempre alegres en el Señor
En medio de esta generación, Dios quiere proclamar al mundo su amor, manifestado en Cristo Jesús, a través de la alegría de los cristianos, para que puedan gritar: “Mirad cómo se aman”. Para que puedan preguntarse de dónde viene esta alegría, de dónde viene este amor.
Esta generación que aborta y se suicida, que vive triste y sin esperanza, anhela en lo profundo de su corazón encontrarse con la alegría de ser amados por un Amor sin límites: Cristo Jesús. La Nueva Evangelización requiere de la alegría que surge de nuestros corazones agradecidos a este inmenso amor de Dios hacía nosotros. Esta alegría brilla como una luz en medio de la oscuridad. No se puede ocultar una luz en medio de la oscuridad, ni se puede ocultar la alegría profunda ante el amor de Dios derramado en nuestros corazones. Al que mucho se le perdonó mucho amó, y no es posible callar tanto amor, ni ocultar su alegría.
Los cristianos, la familia cristiana, la comunidad cristiana, estamos llamados a ser un espectáculo de amor y alegría para el mundo; a manifestar a esta generación un nuevo modo de vida; a dar razón de nuestra esperanza y anunciar a todos los hombres y mujeres de la tierra: ¡es un bien que tú existas, Dios te ama por encima del mal y de la muerte, de la enfermedad, del pecado y de la debilidad! ¡Dios te ama, y Jesucristo ha muerto y ha resucitado por ti! ¡Alégrate, Dios te ama!
[1] Alfa y Omega, 19 de abril 2012, página 8.
[2] Discurso del Papa Benedicto XVI a la Curia romana, Vaticano, 22-12-2011.
[3] Mensaje del Papa Benedicto XVI para la JMJ 2012, Vaticano, 15-3-2012.