Queridísimos todos:
¡Victoria, Victoria! ¡Vida eterna en Cristo Resucitado!
Hace una hora aproximadamente que nuestro hijo Miguel ha subido de la operación del tumor cerebral que se le diagnosticó hace tan solo dos días. Y ha regresado vivo, despierto y respirando por sí mismo. La cirugía ha ido muy bien, a pesar de la gravedad y el riesgo. Sin duda, gracias a todas vuestras oraciones, Miguel se ha mantenido estable durante todo el procedimiento, y solo le han tenido que trasfundir media unidad de sangre. Teniendo en cuenta el punto de partida, ha sido todo un éxito, sobre todo porque, como el médico ha mencionado en tres ocasiones, Miguel solo tiene diez meses.
Le han extirpado la mayor parte del tumor. Solo han dejado las partes inaccesibles y aquellas en las se pondría en riesgo su vida por el riesgo de hemorragia. Esto significa que, si todo va bien y se recupera con normalidad, en dos semanas le empezarán a dar la quimioterapia necesaria para eliminar el resto del tumor que no ha podido ser eliminado. El cirujano ha dicho que, hecha una primera biopsia del tumor, está parcialmente descartada la opción que primero barajaban: la de un tumor maligno canceroso, difícil de controlar y que puede hacer metástasis con facilidad. Las otras dos opciones que nos han dado, insistimos a falta del análisis exhaustivo del que tendremos resultados en una semana, son también cánceres malignos agresivos de menor riesgo. Ya esto es una esperanza grande. Estos son los detalles técnicos de un día cargado de emoción, tensión y expectación que terminamos con bastante alegría. Porque a pesar de que está casi confirmado que Miguel tiene cáncer, que tendrá que pasar por el calvario de la quimioterapia y de que su vida no deja de estar en peligro, la fuerza con la que Dios ha pasado esta tarde por nuestras vidas no tiene precedentes.
La angustia que durante gran parte del día nos ha invadido se ha desvanecido, y eso es sin duda gracias a todas vuestras oraciones y la intercesión de tantos santos que en el cielo hoy han estado muy atareados gracias al pequeño Miguel, al que Dios ha permitido hoy vencer a un gran Dragón: el de la desesperanza. Hemos estado todos estos días muy confortados, a pesar de los momentos de sufrimiento. Hemos tenido una paz y un descanso que solo pueden venir de Dios. Y esto es, sin duda, gracias a la oración.
Hoy hemos visto como el acontecimiento de la Cruz, del sufrimiento de los inocentes, ha abierto este interrogante en la vida de tantos que hoy han rezado por Miguel. Hemos recibido apoyo y oraciones desde todas las partes del mundo. Los compañeros de trabajo judíos, musulmanes, protestantes y hasta ateos de tantos hermanos de nuestras comunidades han decidido elevar una oración a ese Dios en el que nosotros tenemos puesta nuestra fe; y Dios ha respondido a estas oraciones, sin ninguna duda.
Hoy hemos visto cómo es Cristo el que viene a salvarnos de la muerte en la que el demonio nos quiere meter todos los días con sus mentiras. Mientras Miguel entraba en su «cruz», toda esta gente de diferentes confesiones se ponía en comunión pidiendo un milagro. Y el milagro se ha dado. Como alguien decía hoy: «Yo nunca rezo, pero hoy voy a rezar para que se salve Miguel.»
Nos queda un largo camino por recorrer. Estará lleno de pruebas, de dificultades, de tentaciones. Os pedimos que sigáis rezando por nosotros y por el pequeño Miguel que desde su cama lucha por su vida; esa vida que Dios le ha dado y que nosotros como padres tenemos que defender.
Yo le pedía al Señor esta mañana que concediera a Miguel vivir, y que dentro de unos años él pueda utilizar este acontecimiento para anunciar el Evangelio y dar testimonio de que a él la vida se la ha dado Dios, gracias a las oraciones de los hermanos y a la intercesión de tantos santos a los que hemos tenido tremendamente ocupados hoy. Ahora Miguel parece un auténtico Cristo. Sus manos están llenas de agujas, su cabeza tiene dos cortes importantes y su cuerpo lucha contra este tumor.
Estamos contentos porque hoy hemos vencido una gran batalla contra la enfermedad. Esto nos da confianza para enfrentar todas las demás que serán también duras, pero ya tenemos la experiencia de que con Dios siempre se vence. Ha sido un privilegio experimentar la unión con la pasión de Cristo y especialmente con la pasión de la Virgen María al pie de la cruz.
Nuestra cruz la hemos ofrecido por la Iglesia, la evangelización y especialmente la situación de la Iglesia en Boston, diócesis en la que Miguel es misionero. Cada gota de sangre que él ha derramado, cada lágrima que hemos llorado Débora y yo, cada momento de angustia han tenido un enorme sentido.
Queremos dar las gracias a todos los que ayer rompisteis la noche para rezar por Miguel, especialmente a los más jóvenes. Esperamos que esta experiencia os ayude tanto a vosotros como nos ha ayudado a nosotros que lo hicierais.
Hoy se nos ha regalado una de las experiencias más importantes de nuestra vida. Realmente hoy podemos decir que Cristo está resucitado porque lo hemos visto en nuestra vida.
Gracias a todos por vuestra ayuda, especialmente a los que estáis en la distancia y a los que os hemos podido sentir muy cerca. Que Dios os lo pague con lo que vuestro corazón desea.
La Paz,
Pablo y Débora