Un clérigo musulmán de Arabia Saudí, pide a la FIFA que prohíba a los jugadores hacer la señal de la cruz porque “ofende” a su religión. Vamos, que estas gentes son como los colectivos LGTBI que exigen siempre supuestos derechos mientras que eluden cualquier deber en contrapartida. Si hacer la señal de la cruz molesta a algunos señores, ¿Qué decir de los atentados terroristas que algunos, en nombre de esa religión, cometen contra los que no piensan como ellos?, ¿qué decir de un representante del chiismo iraquí que exige a los cristianos convertirse al Islam o morir?, ¿o de las más de 3.000 fatwas lanzadas pidiendo quemar iglesias cristianas? Vamos, que el mundo está claramente desquiciado en estos comienzos del Tercer Milenio. Malo será que la FIFA se baje los pantalones antes estas intromisiones descabelladas, aunque los precedentes no son demasiado halagüeños.
Solamente los libres pueden ser obedientes pues no echan raíces con lo que pueden seguir a Cristo. Y son libres porque no defienden posesiones porque son pobres ya que no tienen casa, padres, madres, familia, amigos, patria ni cosa alguna que los obligue a echar la mirada atrás.
Los pobres no se pertenecen, dependen de Otro, como depende Cristo del Padre, pronto a hacer no su voluntad sino la de Aquel que lo ha enviado.
El Camino es exagerado: envía familias en misión con un montón de hijos a lugares insospechados, envía itinerantes sin alforja ni bastón, dispuesto a marchar a cualquier rincón del mundo… Pero la exageración está en lo menos, no en lo más, pues lo que damos es absolutamente insuficiente respecto al don de Dios, a su amor llevado hasta el extremo.
La vocación del cristiano supera con creces el sentido común, como dejar casa, padre, madre, patria, barcas… Sal que quema, fuego que abrasa pues “he venido a traer fuego a la tierra y cuánto deseo que arda”. Fuego, no brasas, rescoldos mortecinos que como decía santa Teresa de algunos eclesiásticos se su tiempo –y de los nuestros–: “Algunos tienen mucho seso para no descontentar. No tienen el fuego del amor de Dios y así calienta poco esta llama”. Todos hemos de estar con sumidos en esta llama hasta “llevar a Cristo, Camino, Verdad y Vida, por todo el mundo”.
Un grupo de presión LGTB quiere querellarse contra el obispo de Solsona por haberse preguntado si detrás de la crisis de identidad de muchos jóvenes, no está la ausencia de la figura paterna. No es que lo afirme, sólo se hace la pregunta; pero para los guardianes de la ortodoxia del pensamiento único y excluyente, eso es “discurso de odio”. ¿Discurso de odio por hacerse una simple pregunta? ¿Es que ya ni siquiera se puede pensar libremente? Parece que no para estas personas. Los que están llenos de odio son más bien los que acusan constantemente a los demás, los que se oponen al bus de la libertad, los que niegan las evidencias más simples y quieren, por todos los medios, sin excluir la violencia, imponer sus ideas absurdas a los demás. ¡Pobrecitos!, llevan el odio y la muerte en su corazón y no lo saben. Son dignos de compasión, hemos de rezar por ellos aunque sigan haciendo un tremendo daño a la sociedad y al ser humano.
La señora Bachelet, presidenta de Chile, está promoviendo una ley que redefina el matrimonio introduciendo el mal llamado matrimonio homosexual y lo apoya “para que los viejos prejuicios no prevalezcan sobre el amor”. Disentimos de lo que afirma la señora presidente, porque si bien son viejos, no son prejuicios, porque éstos se basan en ideas alejadas de la realidad –argumento que habría que atribuir más bien al matrimonio homosexual–, mientras que el matrimonio entre un hombre y una mujer es la realidad muy anterior al estado y ha probado por más de un millón de años de historia humana, que es el único medio de permitir la supervivencia de la raza humana por medio de la transmisión de la vida. En cuanto al amor que alega la presidenta, nada tiene que ver el auténtico amor, que es entrega y don de sí mismo al otro, con el sentimiento homosexual en el que prevalece por encima de otra consideración, el deseo de la propia satisfacción.
El lobby LGTB del Parlamento Europeo está pidiendo al gobierno de Rumanía que impida la celebración de un referéndum que defiende el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, que está siendo apoyado por tres millones de firmas, porque no coincide con sus falsos planteamientos, mientras que aplaude otro referéndum en sentido contrario en Irlanda. ¿Es esto democracia, respeto por las ideas ajenas?, ¿No es más bien dictadura pura y dura la que intenta imponer sus ideas pese a quien pese?
Ramón Domínguez