En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.»
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto (San Lucas 9, 43b-45).
COMENTARIO
“El hijo del hombre va a ser entregado a manos de los hombres”, estas palabras de Jesús congelan a los discípulos que pensaban en un camino triunfal. Palabras que se mantenían misteriosas para ellos porque no entendían el sentido y tenían miedo de interrogarlo sobre este asunto. Pero los discípulos ni podían ni querían entender eso porque lo que ellos esperaban era el triunfo humano, el poder, el señorío sobre otros hombres, pero no el señorío de Jesús y menos ser entregado a ellos, es decir el fracaso, la humillación y la muerte. Tenían miedo de la Cruz. El mismo Pedro, después de esa confesión solemne en la región de Cesárea, cuando Jesús dice esto otra vez, reprende al Señor: ‘¡No, nunca, Señor! ¡Esto no!’ Tenía miedo de la Cruz, pero no solo los discípulos, no solo Pedro, ¡el mismo Jesús tenía miedo de la Cruz! Y Él no podía engañarse, Él sabía lo que le esperaba. Tanto era el miedo de Jesús que esa tarde del jueves sudó sangre; tanto era el miedo de Jesús que casi dijo lo mismo que Pedro, casi… «Padre, aparta de mí este cáliz. Pero que ¡se haga tu voluntad!» ¡Esta era la diferencia!»
Los discípulos estaban asustados y no se atrevían ni a preguntar por el significado de sus palabras. Hablar de muerte no es fácil a nadie, porque es enfrentarse con el misterio y lo que nos trasciende, no tiene explicación, sino que hay que aceptarlo en la fe y en la confianza. Jesús aceptó la muerte desde el abandono en su Padre y sólo así fue capaz de atraer sobre nosotros la salvación.
Hoy, más de dos mil años después, el anuncio de la pasión de Jesús continúa provocándonos. Sin embargo es curiosa la advertencia del señor: “meteos bien eso en la cabeza» Es decir, se lo dice como algo muy importante y que no deben olvidar. Pues bien, esa misma advertencia viene hoy para nosotros. No olvidemos que el triunfo de Jesús no está en un triunfo humano, temporal y limitado. El triunfo de Jesús pasa y está en la cruz, aunque al fin sea una cruz gloriosa y acabe en la resurrección. Aceptemos pues e intentemos entender cuál el camino de la cruz y del cristiano. No hay otro. Claro que es difícil entender y aceptar la cruz, pero este es precisamente el plan de Dios, un plan que muchas veces no somos capaces de entender. Si es así no temamos como los discípulos preguntar al Señor que camina siempre a nuestro lado no sólo en los momentos gratos, sino también en los dolorosos.