En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo:
—«Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le contestó:
—«Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre».»
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:
—«Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.»
Jesús le contestó:
—«Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto».» Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: —«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las
piedras».» Jesús le contestó:
—«Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios».» Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión. Lucas 4, 1-13
La Palabra central que la Iglesia nos propone en el tiempo de Cuaresma viene como siempre en nuestra ayuda. El Maestro, nuestro Maestro se prepara para llevar adelante la tarea encomendad por el Padre. El viene a ser el camino de retorno al encuentro de nuestro creador. “Porque eres polvo y al polvo tornarás” (Ge 3-19). Por el amor del padre fuimos creados y por el mismo amor manifestado en su Hijo quiere para nosotros la felicidad en el Reino que no tiene fin. “ Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.” (Jn 3-16). Ya hemos comenzado el tiempo maravilloso de la Cuaresma donde se nos replantea el misterio de nuestra existencia…¿Quiénes somos? ¿De donde venimos? ¿A dónde vamos?. Jesucristo viene a darnos esas respuestas. Esas respuestas tajantes con las que destroza los engaños del tentador. El le derrota y nos muestra como derrotarle. El sabe que la felicidad no esta en la seguridades del pan de cada dia. El conoce perfectamente el engaño de los ídolos que nuca sacian… dinero, afectos, sexo… El tira por tierra nuestra utopía continua de querer ser como dios y razonarlo todo. El ayuno, la limosna y la oración son las armas que tenemos para no sucumbir a la tentación y vencer a nuestro enemigo. El lucha siempre con nosotros y para ello se prepara en el desierto. Se va allí hasta sentir hambre y cuando… “al fin sintió hambre” combatió y venció.
¿De que tenemos hambre? ¿Quién puede saciar nuestra ansia de ser y existir? Se acerca la Pascua, en nuestro horizonte esta la Resurrección. “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá, porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al llama, se le abrirá. (Mt 7 7-8). ¡ANIMO!