Toda dictadura que se precie ha de conquistar, si no los corazones de la gente, al menos sus mentes. Necesita imponerse por medio de la propaganda, pero sobre todo, apropiándose de las nuevas generaciones. Necesita controlar la educación, tanto en la calle como en la escuela, desplazando siempre que pueda la mediación de los padres. No es extraño, pues, que un gobierno democrático que se las da de pacífico y tolerante, invada las escuelas imponiendo una asignatura para educar a los niños en el relativismo y en la ideología de género. Los que se oponen a tal atropello, sean sus víctimas directas como sus padres, son perseguidos por tamaño atrevimiento.
En este sentido podemos situar el intento de adoctrinamiento mundial de la ONU. En agosto de 2009, se hizo público un documento elaborado por la UNESCO titulado «Guía de Educación Sexual para el Empoderamiento de los Jóvenes. Directrices Internacionales para la Educación Sexual». Dicho documento contaba con el asesoramiento, entre otros, de la UNICEF y la OMS. Entre algunas de su «joyas» podemos encontrar indicaciones sobre la iniciación a la masturbación a partir de los cinco años, la mentalización en «los roles de género y en los estereotipos de género», la apertura al homosexualismo y al pansexualismo, el derecho al acceso al aborto seguro entre los jóvenes a partir de los quince años y cosas por el estilo.
El gobierno socialista de España no ha tardado en asimilar la lección como demuestran las recientes iniciativas que se han tomado en Extremadura para impartir cursillos de iniciación en la masturbación, o el proyecto que los ministerios de Educación y Sanidad preparan en conjunto, para imponer más formación sexual. Según el Secretario General de Sanidad, «será un plan que obligará por ley a proporcionar educación sexual en los colegios desde la infancia», y esta educación la impartirán farmacéuticos y enfermeros.
Con esto queda dicho que no se trata de educación en la sexualidad, sino de información sobre el uso indiscriminado de la misma. Según la lógica de la imposición totalitaria, tal proyecto no contará con la opinión de los padres ni con el proyecto educativo del centro, entrometiéndose en la intimidad de los alumnos. Las medidas represivas ya están contempladas, pues quienes se opongan a esta invasión estatal en un campo que compete al ámbito personal, serán acusados de no colaborar con la salud pública, tal como denunciaba el colectivo Profesionales por la Ética».
la neutralidad estatal en entredicho
Otro caso evidente de adoctrinamiento ideológico lo tenemos en España con la denostada asignatura «Educación para la Ciudadanía». Una ley injusta por cuanto intenta imponer una determinada ideología a las futuras generaciones, porque conculca el derecho único de los padres a educar a sus hijos, invade el campo de la conciencia personal y atenta contra la libertad de vivir de acuerdo con la propia fe. Todo ello es producto típico de los regímenes totalitarios. No es de extrañar, por tanto, que haya suscitado tanta oposición y las objeciones a la asignatura y los recursos ante los tribunales se estén multiplicando.
El mismo contenido de la asignatura manifiesta claramente la línea ideológica la que se quiere adiestrar cuando al explicar un mundo de valores, pone como práctica el vídeo del Día del orgullo Gay, cuando explica en qué consiste el sexo oral o cuando invita a los alumnos a cuestionar qué es lo que hace mal la Iglesia Católica. No podía ser de otro modo, ya que el Ministerio de Educación se niega a elaborar los contenidos de dicha asignatura con la comunidad educativa y se la confía a grupos muy ideologizados afines a sus posturas. Por si fuera poco, el mismo ejecutivo ha expresado claramente sus intenciones al declarar por medio del número dos del Ministerio de Educación del gobierno socialista que su Departamento «no contempla la posibilidad de que sean los padres quienes tienen el derecho de elegir la educación que quieren dar a sus hijos y no los poderes públicos». Es decir, que los padres no saben lo que les conviene a sus hijos, sino que es el papá Estado el que sabe lo que es bueno.
Esto me huele a dictadura del proletariado y a la función dirigente del partido único, que es el que debe guiar a las masas ignorantes para imponerles una felicidad que ellas serían incapaces de lograr porque son ellos los que conocen el bien y el mal. El socialismo, cuando se reviste de ideología laicista y de relativismo, no es libertad sino dictadura. Mientras se critica la imposición de la asignatura de religión y se la relega al limbo de lo optativo, se obliga a pasar por las horcas caudinas, se quiera o no, por la nueva asignatura en una flagrante violación de todo derecho.
El mismo Secretario de estado de Educación, sigue afirmando que «en un sistema educativo moderno no se puede concebir que las administraciones educativas tengan un carácter subsidiario respecto a las familias». No sé lo que entenderá por «sistema educativo moderno», pero todo sistema educativo es propio de las familias y las administraciones públicas tienen siempre un carácter subsidiario, puesto que el Estado está para servir al ciudadano y no para implantar sus ideas. En este caso la objeción está justificada, entre otras cosas, para defender la libertad de educación que está en serio peligro al estar sometida al total control de la maquinaria estatal.
ni imponer ni abaratar, proponer
Algunos acusan al cristianismo de impositivo y fundamentalista por la pretensión de querer imponer su verdad; pero esto, que podría ser cierto en el Islam (que, por ejemplo, predica la voluntad de Alá traducida en la «sharia», ley islámica que sí se impone, o se ve en el laicismo militante, que, al no aceptar ninguna verdad, ha de imponer la opinión de la mayoría, para que el orden social no se convierta en un caos en el que cada cual haga lo que quiera —y en este sentido podemos decir que sí son fundamentalistas e impositivos—), no lo es en el caso del cristianismo, porque la verdad que proclama es Cristo, la manifestación del ser de Dios, que es Amor, y el amor, por su propia naturaleza, no se impone, sino que se oferta gratuitamente en la libertad, que lo acoge o lo rehúsa.
Por eso, Dios no fuerza al hombre y, aunque éste ha rechazado su oferta de comunión, no lo ha castigado ni obligado, sino que lo ha dejado en su libertad. Cuando Cristo ha mostrado el amor del Padre, a nadie ha obligado a creer en él, como quería forzarle a hacer el demonio, imponiendo la verdad a fuerza de milagros espectaculares; antes al contrario, ha proclamado la verdad y ha aceptado ser incomprendido, calumniado, rechazado, acusado, condenado y ajusticiado.
La Iglesia, por tanto, no es impositiva cuando anuncia la verdad del Evangelio y, si alguna vez en la historia pasada lo ha hecho, ha sido infiel a su propia condición. La Iglesia, como su Maestro, propone al hombre la salvación, y lo hace a tiempo y a destiempo, obedeciendo a Dios antes que a los hombres y, como Cristo, llora ante el mundo que se muestra renuente a acoger la palabra de salvación, porque sabe que este rechazo, como a Jerusalén, lo llevará a la ruina. Tampoco puede rebajar el Evangelio para hacerlo digerible y aceptable al mundo, porque lo estaría engañando y traicionando.
La verdadera misericordia no se muestra cuando se rebajan las exigencias de la verdad, sino cuando se la proclama íntegramente a fin de que lleve al hombre a su realización, porque la vida del hombre está en amar y donarse, y el don de sí mismo se manifiesta —entre otras cosas— en la acogida y el perdón al otro, por ejemplo, al cónyuge en las dificultades de la convivencia; en la aceptación amorosa del hijo que Dios da; en la fidelidad y en procurar el bien del cónyuge y de los hijos; en el respeto al otro, aunque sea débil y suponga una carga; en amar, en definitiva, a quien tenemos al lado como hemos sido amados por Dios.