“Jesús se apareció otra vez a sus discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: Estaban juntos Simón Pedro, Tomas, llamado el mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “Vamos también nosotros”. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era Él. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo para comer”? Ellos le respondieron: “No”. Él les dijo: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: “Es el Señor”. Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica y se tiró al agua” (San Juan 21, 1-14).
COMENTARIO
Estamos pues en Galilea, junto al lago también llamado mar de Tiberíades. ¿Qué pintan los discípulos de Jesús otra vez en Galilea donde Jesús les encontró y les llamó?
Jesús resucitó en Jerusalén, donde fue crucificado y enterrado, donde se apareció las primeras veces según todos los relatos de apariciones.
Según el relato de San Mateo, Jesús resucitado les cita en Galilea y allí es donde realiza la Ascensión. Por lo tanto hay un tiempo entre la vuelta de los discípulos a Galilea y el envío a la misión. Hay un tiempo de espera hasta que se cumpla lo que Jesús les ha prometido: “Allí me verán”.
Es lo que Juan nos dice que se realiza aquí por tercera vez. Pero esta aparición tiene una riqueza especial. Jesús resucitado está cercano a los suyos, aunque no se deja reconocer de entrada. Todos le ven en la orilla. Sólo uno le reconoce y se lo anuncia a los demás. Es posible que esto tenga una enseñanza. La fe en la resurrección es común a todos, pero se necesita el testimonio de los más amantes, para que se abran los ojos de los demás y puedan reconocerlo. Como le sucede a Pedro.
Jesús resucitado guía la fe de los discípulos y realiza hechos significativos que confirman y orientan la fe de éstos y la nuestra.
La tercera aparición según san Juan no es una pura contemplación y reconocimiento de Jesús. Era ya suficiente, pero Jesús sugiere algo más. Les tiene preparado un fuego y un pez asado listo para ser compartido. Pero también les pide que aporten otros peces fruto de su trabajo obediente a la palabra de Jesús.
Esto sugiere la eucaristía. Una comida fraterna, gozosa por el encuentro en que el Centro es Jesús resucitado que convoca, reúne, habla y anima una fiesta en el corazón de los discípulos. Realmente una eucaristía, una acción de gracias por la intervención de Dios en la historia de los hombres: gloria para Dios y alimento vital para los hombres rescatados y convocados por la resurrección del Hijo.
Según san Lucas hubo otra aparición en un cuadro diverso con signos parecidos. Dos discípulos decepcionados por los acontecimientos de la pasión y muerte de Aquel que ellos consideraban el Mesías, profeta poderoso en hechos y palabras, iban a Emaús la tarde la resurrección. Jesús se les acompasa en el camino y les habla con palabras que encienden el corazón. Luego se sienta con ellos a la mesa y bendice el pan. Entonces le reconocen.
Jesucristo resucitado, irreconocible a primera vista camina con los suyos hoy y siempre, ha hecho una promesa que sigue cumpliendo: Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos.
Esa es nuestra fe y nuestra esperanza, que lo que ha dicho el Señor se cumplirá. Firmemente creído, se realiza en la Sagrada Eucaristía, cada vez que comemos de ese pan y bebemos de ese cáliz hasta que vuelva.