En la educación de los adolescentes no sólo tienen papel decisivo los padres, sino la familia al completo: abuelos, hermanos, primos hermanos, tíos, etc. El lugar que el adolescente ocupa en la “fratria” o serie de hermanos tiene mucha importancia, especialmente cuando se trata del primogénito o del benjamín, como también lo es el número de hermanos, la distancia de edades, así como la convivencia entre ellos. Los allegados, las amistades de la familia, amigos, compañeros pueden ser un complemento educativo relevante para el adolescente y, en situaciones extremas, incluso pueden llegar a sustituir a los propios padres y abuelos. Asimismo los profesores y docentes en general constituyen un buen aliado para su educación.
donde no alcanzan los padres, llegan los abuelos
Los abuelos personalizan ante todo la memoria y las relaciones transgeneracionales. De esta forma el adolescente adquiere conciencia paulatinamente de que es un eslabón más en una cadena de seres humanos que nacen, viven, crecen, actúan, se reproducen, envejecen y mueren, dejando paso a otras generaciones.
El adolescente tomará así nota de su responsabilidad para conservar y transmitir el acervo sociocultural de su familia, sin que ello sea obstáculo para adoptar las nuevas tendencias que, desde siempre, han surgido en la Historia de la Humanidad, gracias a las cuales ésta ha progresado desde sus días iniciales.
Generalmente las « viejas historias » del abuelo suelen despertar interés en los niños y adolescentes y les sirven para comprender el lugar que ellos ocupan en el clan familiar. Las conversaciones con los abuelos pueden ser muy provechosas, pues éstos por su edad tienen ya perspectiva suficiente para opinar de la vida.
Los adolescentes, en general, mantienen una relación entrañable con sus abuelos, sin los pequeños conflictos que pueden salpicar las relaciones con sus padres. Les convierten en sus confidentes y amigos. Ello contribuye a paliar la inseguridad existencial que a menudo asoma en esta etapa de la vida.
Las tan recomendadas entrevistas con los adolescentes (que nunca serán “directivas”) no siempre son fáciles de conseguir, aun contando con la mejor voluntad de los padres, pues nos encontramos, ocasionalmente, con el rechazo de plano de las mismas o la desgana de los propios adolescentes. Otras veces los progenitores, ocupados con los afanes de la vida propios de los adultos en plena edad laboral, dejan al adolescente sin el debido acompañamiento en sus pensamientos e inquietudes. Función tutorial que los abuelos pueden desempeñar con experiencia, calma y tiempo. Se trata pues de que el adolescente, si quiere, no se encuentre solo ante si mismo para “construirse”. Es tan importante la figura de éstos en el desarrollo del niño y adolescente que en algunos países europeos se ha propuesto instaurar el “Día Nacional de los Abuelos”.
transmisores de valores y conocimientos esenciales
Se da con cierta frecuencia que tanto los progenitores como los docentes caen en el desánimo. Los abuelos están blindados contra él; la vida les ha enseñado que el mundo es como es y que los jóvenes son como son, mayoritariamente magníficos, pero no como los soñamos o como quisiéramos que fuesen. Es raro y ya francamente patológico, encontrar adolescentes imposibles.
Los jóvenes, por su parte, consideran a sus abuelos como aquellos que escuchan con interés y paciencia todos sus planes y sueños, quienes les apoyan cuando se sienten tristes o incomprendidos. Además son los que más reconocen sus logros y triunfos. Les ayudan a saber “discernir”, es decir, a percatarse del valor de unos proyectos de vida, vacunándoles contra la confusión de ideas. Perciben que les distinguimos una ideas de otras, las valoramos, pero no tratamos de imponérselas.
Con las ocupaciones laborales de ambos progenitores, a las cuales nos acabamos de referir, la figura de los abuelos ha acrecido su importancia en la sociedad actual como custodios y educadores de sus nietos, con una educación muy personalizada, importante para la maduración de niños y jóvenes. ¿Quién no recuerda a sus abuelos con cierto halo de nostalgias infantojuveniles? Ese recuerdo tiene, casi siempre, entrañables resonancias sentimentales, afectivas, en los adultos. Sin duda, en el hogar de sus abuelos encuentra el adolescente uno de esos lugares plácidos de su vida y los nietos endulzan los sinsabores del inexorable envejecimiento de los abuelos. Pero, ¿pueden existir roces entre ambos?
posibles fisuras en la relación
Los primeros responsables de la educación de un hijo son sus propios padres. Ello no significa negar el papel que también deben tener los abuelos. Discretamente pueden y deben estar presentes en la educación de sus nietos, sin olvidar su papel vector de “memoria” y lo que se ha denominado ”acción cultural” (transmisión de usos, costumbres y experiencias) pero nunca interferir si los padres están sancionando una falta cometida por el pequeño. En circunstancias normales de la vida los abuelos procurarán, de entrada, no quitarles la razón a los padres cuando los nietos vienen con una queja. También, por ejemplo, deberán preguntarle al nieto, cuando pida que se le compre algo, si los padres van a estar de acuerdo con esa compra.
La experiencia de los abuelos, basada en las dilatadas y variadas circunstancias que han vivido, les va a ser de gran utilidad y eficacia para ayudar a sus nietos a creer en sí mismos, con un robustecimiento cuasi automático de la propia estima del adolescente. Pero los adolescentes intentan establecer en casa de sus abuelos ciertas costumbres que en su casa se ven como normales, pero que no lo son para una persona mayor, como escuchar música muy alta o dejar el cuarto desordenado.
Para evitar estos posibles conflictos entre ambos, los abuelos no deben contradecir las normas a las que el adolescente está sujeto en su casa. Deben ser un refuerzo de la acción educativa de los padres y nunca establecer discrepancias entre los padres y ellos.
Un peligro cierto de los abuelos como educadores de sus nietos es la permisividad excesiva y la blandenguería, defectos que no podemos confundir con la recomendable “educación para la ternura” tanto en las chicas como en los varones, con gestos sobrios de cariño auténtico que el adolescente sabe captar y agradecer. Los abuelos no deben ser ni excesivamente permisivos, en cuanto a dejar hacer a los nietos ciertas cosas que los padres no consentirían, ni tampoco excesivamente generosos, por ejemplo con el dinero. En esta materia el acuerdo con las directrices de los padres debe ser total.
Se ha de evitar por todos los medios la educación disociada. Los criterios pedagógicos de los abuelos deben sintonizar, en las condiciones ordinarias de la vida, con los progenitores. No es beneficioso para el adolescente que cada uno tire de su lado, es decir, no hay que caer en el defecto de una educación con criterios contrapuestos.
testigos del pasado, maestros del futuro
Guy Lescanne, sacerdote y sociólogo francés, resume didácticamente, los caminos a seguir por los abuelos:
1. El adolescente europeo tiene necesidad de seguridad y los abuelos pueden fomentarla con la escucha paciente de sus nietos, proporcionándoles además espacios tranquilizantes materiales y espirituales. Pueden contribuir a fomentar una “educación valerosa”, no timorata ni apocada, pues en nuestro tiempo se ha detectado que ciertos adolescentes ya mayores tienen miedo a una prolongada dependencia económica de sus padres, miedo al paro, a la soledad, al aislamiento psicoafectivo de la vida urbana actual.
2. Creación de espacios de diálogo, como miembros importantes de la familia, sabiendo escuchar y utilizando la sabiduría de los años para hablarles.
3. El nieto agradecerá que los abuelos no quieran hacerse los jóvenes. Está de moda lo joven, parecer adultos no maduros, sino jóvenes “adulescentes” (Lescanne). Cada cual, adolescentes, adultos y viejos tienen que ocupar los lugares generacionales que les son propios. La diferencia favorece el diálogo y no el aparentar lo que no se es, por razón de edad.
4. Cada cual ocupe su sitio, sin propiciar la confusión; los abuelos asumen su vejez y los nietos adolescentes su edad madurativa. El abuelo puede ser muralla defensiva para el nieto y predicar con el ejemplo de su propia vida de decisiones, trabajo y hombría de bien.
5. Tanto los padres como los abuelos enseñarán al adolescente a distinguir claramente lo subjetivo de los objetivo, en otras palabras a diferenciar sus fantasías de la realidad.
Los abuelos deben atemperar el pasotismo de algunos nietos originado, en parte, por la ausencia de puntos de referencia sólidos, fiables. Otra causa de inhibición, de indiferencia por parte de los jóvenes es su impresión de que todo, en nuestra sociedad, está estropeado: su hogar biparental se volatilizó en otro monoparental, casi siempre bajo el abrigo materno; los políticos se le antojan gentes de poco fiar; la ternura es empalago, afectación y amaneramiento; el humanitarismo descarría hacia un negocio más e incluso el deporte.
La memoria transgeneracional de los abuelos puede explicar al nieto desanimado que no siempre triunfa la mediocridad al amparo de procedimientos de selección puestos en marcha por tribus de adultos corruptos; que la Historia nos refiere épocas peores y que el binomio honestidad+preparación idónea son campos a cultivar para el logro en la vida.
Por otro lado, los abuelos desempeñan un papel de primer orden en la transmisión de los valores espirituales, ya que estos no se transmiten con los cromosomas con la leche materna sino principalmente con la educación y el testimonio. Como abuelos podemos enseñar y proponer, nunca tratar de imponer. Por lo demás, toda actitud imperativa atenta contra la libertad individual y es contraproducente. No abordemos tareas imposibles. Limitémonos a sembrar generosamente con nuestras palabras y a dar ejemplo con nuestra conducta, con la certeza de que con el paso del tiempo algo fructificará.