«A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible”. María contestó: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”. Y la dejó el ángel». (Lc 1,26-38)
Las antiguas y viejas profecías tanto tiempo esperadas por el pueblo de Israel, llegan por fin a su término y cumplimiento. El tiempo que tan ardientemente desearon los patriarcas y profetas y que fue objeto de tantos suspiros y anhelos, dejan de ser promesa al concebir María, la Virgen, al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo: «He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7,14). El que existía antes del tiempo empezó existir en el tiempo.
Anunciación y Encarnación: Fiesta de Jesús, pues el Verbo eterno entró en ese momento histórico y en ese lugar geográfico concreto, ocultando su inmensidad, poniendo su “tienda entre nosotros”. La majestad asume la humildad y el poder la debilidad. El acontecimiento más importante desde la creación del mundo y el misterio más grande desde el principio de los tiempos.
Anunciación y Encarnación: Fiesta de la Virgen, que fue la que dijo «Hágase en mí según tu palabra». Quizás con quince años y sola, María tiene que dar una respuesta que cambiará la historia entera de la humanidad. Dios mismo “pide premiso” a su creatura para encarnarse en su seno… De ese acto de fe, de su fiat depende toda una historia de salvación diseñada por Dios . ¡Gran misterio es este! San Bernardo dice por eso: «Se te ofrece el precio de nuestra Redención. Seremos liberados inmediatamente, si tú dices sí. Todo el orbe está a tus pies esperando tu respuesta. Di tu palabra y engendra la Palabra Eterna». El «sí» de María al irrepetible y trascendental anuncio, permite que en ese instante el Verbo se haga carne. Dios eterno viene a habitar en ella asumiendo la naturaleza humana. El acto de fe de María nos recuerda la fe de Abraham, que al comienzo de la antigua alianza creyó en Dios y se convirtió así en padre de una descendencia numerosa.
Anunciación y Encarnación: Fiesta de los hombres, porque la humanidad, sometida a la esclavitud del pecado y del maligno desde nuestros primeros padres, después de miles de años ansiando la liberación y después de una larguísima historia de infidelidades, sufrimientos, idolatría y pecado, esperaba anhelante el aplastamiento de la cabeza de la serpiente. Dios, con el anuncio del ángel Gabriel y la aceptación de María, asume la naturaleza humana para elevarnos como hijos de Dios y hacernos así partícipes de su naturaleza divina. Nada menos que el mismo Dios se abaja al hombre para estar con él, para vivir con él y para morir por él.
Es tan grande el misterio de fe, que ante este anuncio María se queda como asustada. Gabriel le dice: «No temas, María». Así comprendemos bien cómo Dios «ha escogido lo débil del mundo, para confundir lo fuerte» . El Señor mira a María viendo la pequeñez de su esclava y obrando en Ella la más grande maravilla de la historia: la Encarnación del Verbo eterno como cabeza de una renovada Humanidad. Todo puede resumirse en esa respuesta concisa pero impresionante del ángel: “porque para Dios nada hay imposible”.
Por eso la Anunciación a María representa mucho más que ese particular episodio evangélico; va mucho más allá en el tiempo y en el espacio porque contiene todo el misterio de un Dios que se hace hombre en el seno de una mujer, el misterio de toda la historia de salvación para todos los hombres, el misterio de la encarnación, nacimiento, muerte y resurrección del mismo Dios por amor a nosotros…
Valentín de Prado Núñez