¿Por qué calla la sociedad ante la eliminación de un niño por nacer?
Todas estas preguntas resuenan sin respuesta en el viento de la indiferencia, de la conciencia amordazada, del miedo al futuro que nos oprime.
… una mujer joven, en esos años de la vida en que la muerte parece no estar escrita en primera persona… se siente inmune, invulnerable…una vida dibujada de planes de porvenir, de proyectos indefinidos, variables, grandiosos. Y, repentinamente, como un hachazo, irrumpe la tremenda noticia: ¡Estoy embarazada! Retumba en la cabeza día y noche… Cada sueño diseñado, cada mañana imaginado salta en su mente con la inoportunidad de las pesadillas, retiembla, produce un vuelco en su febril pecho. La realidad hace estallar en mil añicos cada fantasía voladora. ¿Por qué me tiene que ocurrir esto ahora? ¡No lo entiendo…!
Todo da vueltas. Los rostros familiares se aparecen una y otra vez, sentencian, opinan, sus voces sin sonido martillean las sienes doloridas.
El hombre se apaga, se esconde, el novio, el compañero huye sin moverse, calla o grita en la ventana de su impotencia.
Estás sola, sola con tu enemigo pequeño y ajeno nadando en tu vientre. Nadie sabe lo vuestro, vuestra íntima comunión de vida, amenazada para siempre. Hay que solucionarlo como sea, piensas, antes de que se extienda la terrible mancha de tinta sobre tu vida recién estrenada. Hay que actuar ahora, pero ¿cómo matar a mi hijo? Realmente no es mi hijo, todavía no, te dices a ti misma mientras sientes correr su esencia vital por tus venas, una vida diminuta e infinita, con más fuerza transformadora que cualquier otra. Tu cuerpo día a día, respondiendo a su llamada insistente, le espera, se ablanda y mulle ante su llegada inminente, le prepara el más perfecto nido. Pero tu mente, en terrible esquizofrenia, lucha desesperada contra el aire inerme. No. No. No. Estás rota.
En nuestra progresada Europa se ha ocultado a Dios de nuestra vista. No se menciona su nombre en tácito pacto inútil. En la calle, en los medios de comunicación: silencio.
El maligno nos ha ocultado su rostro y nos tiene a merced de sus engaños. La luz se ha vuelto oscuridad, ¿cómo veremos ahora? Inmensos telescopios, microscopios escrutadores, imágenes velocísimas surcando el planeta azul… pero no vemos nada, no vemos la presencia perenne y cálida que nos mantiene vivos, no percibimos en nuestra ceguera un amor eterno que lo ha dado todo, que está aquí, a tu lado, cuando tiemblas en la cama porque estás sola, por la angustia, por los sufrimientos que te rodean, por los acontecimientos de la vida que no comprendes…
El Maligno te muestra un panorama tenebroso: si sigues adelante serás desgraciada, tu vida hipotecada, truncada, susurra. Ese embarazo no deseado te traerá incomodidades, sufrimientos, falta de realización, impotencia… ¡Qué mentiroso es! ¡Cómo nos conoce!… sabe dónde tiene que tocarnos para llevarnos a donde él quiere; por el camino del infierno desde ahora. Dialogas con él. Te confunde el bien y el mal en un magma indefinido. Es mucho más inteligente que tú, te interpreta la vida, te la plantea, te la resuelve emponzoñada, no ves nada.
Y ¿qué puede hacer una mujer que no sabe que Dios la ama, que está a su lado, que la va a ayudar?
Y esta mujer ofuscada busca desesperadamente volver atrás en el tiempo, al punto donde su vida estaba bajo su control; necesita ayuda, que alguien la libre de esto… Y allí está la ley: amistosa, liberadora, revestida de solemne frialdad, esperando con su engañosa erudición. Si la ley lo permite… Una ley hecha por hombres sumidos en la misma oscuridad, la que existe lejos de Dios. Una ley que con su suave y constante murmullo narcotiza la conciencia. Ya ni siquiera duele. Y parecen desvanecerse los obstáculos, se ve invitada al aborto, a quitarse el problema… Estoy salvada.
Sí. Tenemos que salvarnos a nosotros mismos. Si Dios no existe, si hecho hombre en Jesucristo no ha venido a ti y a mí ¿qué otra cosa podemos hacer? correr a salvar nuestra pobre, pequeña y corta vida, pues no hay otra. No hay otra, sólo ésta, hay que aprovecharla pasando por encima de cualquiera, apartando a quien se ponga por delante, incluso a un hijo, que no tiene otra madre (asomado en el mirador del mundo, escudriña… y eres tú).
Pero el Padre de la Mentira1 no te cuenta lo que vendrá tras la ruptura: la marca indeleble a fuego en lo más hondo de tu ser, la confusión, el llanto, la voz de un niño huérfano en el eco de la noche… pues la voz del crimen no se apaga, la Ley Divina grabada en tu corazón permanece y penaliza el asesinato del inocente con amargura, frustración y soledad, sin que puedas hacer nada. No podemos modificar nuestra esencia de ser humano: sufrimos hondamente en la medida de nuestros pecados, “cada uno por su culpa morirá: quienquiera que coma el agraz tendrá la dentera” (Jer 31,30). En la medida de nuestro egoísmo está nuestro infierno, y somos felices en la medida en que nos damos a los demás. Da la vida y la habrás ganado para siempre.
Insistimos en ser dios de nuestra historia. Ya sólo confiamos en nosotros mismos. ¡Qué frágil seguridad de papel! En nosotros prevalece Babel, nuestro proyecto. Y Dios nos mira y nos deja hacer. Respeta la libertad del hombre. No queremos escucharle, pero con infinita ternura nos aguarda. Está aquí, pero sin mirarle a los ojos luchas contra Él… Si te agarraras a Él como Jacob, que cambió su lucha por un abrazo y no le soltaba hasta que le bendijera, hasta tenerlo como aliado… Porque“No quedará defraudado el que en ti espera” (Sal 25, 39). Pide ayuda. No estás sola, tu Padre está contigo.
Él aún te aguarda con su proyecto de vida perfecto para ti. ¿Vas a hacerte tú una vida mejor que la que en su infinito amor Él te ha regalado? ¿Te has dado acaso tú la vida a ti misma?
¿Te mantienes respirando con tu poder mañana tras mañana? ¿No sientes el brazo protector que te alza del sueño cada día? Está ahí, vuélvete, abraza su voluntad y serás feliz. Tu historia está bien hecha. Dios no es un monstruo, te ama, confía en Él y verás milagros. Verás belleza donde sólo ves tinieblas, verás luz donde todo se oscurece, verás su inmenso amor regando tu vida en tu hijo, sus confiados ojos vueltos hacia ti, sus pequeños dedos sobre tu piel en total comunión y plenitud de vida. Y el engaño será destruido cuando hayas recibido la bendición de la historia. El Amor no pasa nunca.