Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen: “¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?” Jesús les dijo: “¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día. Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echarían a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo, en pellejos nuevos” (Mc 2, 18-22)
Esta Buena Noticia que hoy nos trae el Evangelio del día viene acompañada de una pregunta que hicieron los contemporáneos de Jesús, pero que nosotros también seguimos haciendo hoy ¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan? En la respuesta que da Jesús, está la Buena Noticia. En el Evangelio de San Marcos, los que rodean a Jesús también se hacen otras preguntas: ¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, con tal autoridad que manda a los espíritus inmundos y le obedecen! (Mc 1,27) “Jamás hemos visto cosa igual” (Mc 2,12). ¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen? (Mc 4,41); “todo lo ha hecho bien” (Mc 7,37). Esta frase nos remite a: (Gen 1,31) “Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien”.
Predicar el Evangelio es proclamar que el Reino de Dios está presente en Cristo, esto explica que Jesús en su enseñanza tenga autoridad (Mc 1, 22) que no reside en la fuerza de su lógica o en el contenido de su doctrina, reside en el hecho de que quien habla y actúa es el Hijo de Dios, por eso es necesario recocer que el mensaje que anuncia el cristianismo, no es otro que la persona misma de Jesús, en la cual Dios está actuando, está cumpliendo sus promesas y está ofreciéndonos la salvación. La relación entre Jesús y su Iglesia no es sólo la que hay entre el fundador y su obra. Jesús no es un muerto cuya memoria se honra en las comunidades cristianas, sino un vivo que después de haber sido muerto por una conjuración, le han bastado tres días para salir de la tumba.
La glorificación que Jesús recibió con su Resurrección no lo ha separado de los suyos, antes al contrario, continúa su presencia en medio de sus discípulos y en medio de su Iglesia. Marcos por lo tanto concibe la vida de Jesús como una existencia en compañía de los suyos, y la vida de la Iglesia como una renovación, después de la Resurrección, de esta compañía, interrumpida solo un instante, entre Jesús y sus discípulos. Jesús continúa siendo la cabeza de su Iglesia. Pero Jesús necesita colaboradores, que fueron elegidos ya desde el principio (Mc 3,13-19).
Sus discípulos son para Marcos los que acompañan a Jesús por todas partes y llevan su Palabra. Los enemigos de la Buena Noticia, aparte de los fariseos, los herodianos, los escribas, los sumos sacerdotes, somos muchas veces los propios cristianos. Cuando Marcos hace reproches a los fariseos, se los está haciendo a algunos cristianos de su tiempo. A sus adversarios les reprocha su actitud sobre el ayuno (Mc 2,16 ss.), el sábado, la purificación ritual, la búsqueda de signos escatológicos, el divorcio, cuestiones que eran debatidas dentro de la primitiva comunidad cristiana. Con la oposición entre Jesús y los fariseos, combate Marcos al mismo tiempo un cristianismo apoyado más en el cumplimiento de la Ley que en la acción de gracias por los dones recibidos, entre los que destacan el perdón de nuestros pecados, el Bautismo que nos da un Espíritu nuevo, una vida nueva y la Iglesia a la que nos incorporamos como nuevo pueblo de Dios, donde se nos concede el don de estar en comunión con Dios y con los hermanos.
El ayuno, la oración y la limosna, son unas herramientas magníficas para descubrir que el Reino de Dios está en medio de nosotros, y si Dios está en medio de nosotros podemos vivir día a día, mes a mes y año tras año, una vida donde reine el diálogo, el perdón y la misericordia. Al vino nuevo que nos trae Jesús, pongamos nuestra vida como odres nuevos, para que la Buena Noticia que nos trae hoy el Evangelio de Marcos pueda empezar a crear un mundo más justo donde reine la paz.