«Dios nació aquí. Tenemos que quedarnos»
En la primera Navidad, los ángeles anunciaron la paz de Dios sobre una de las regiones que, a lo largo de la Historia, ha estado más azotada por la guerra. Pero la Iglesia no renuncia a que ese pregón siga sonando.
Cada tiempo tiene sus particularidades. Hoy, el conflicto israelo-palestino marca la agenda en la región. El lunes pasado, el Papa recibió en audiencia al Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas. Durante el encuentro -informó en un comunicado oficial la Santa Sede-, además de expresar su deseo de que el reconocimiento de Palestina como Estado observador ante la ONU «aliente el compromiso de la comunidad internacional por una solución justa y duradera del conflicto entre israelíes y palestinos», ambos se refirieron «a la aportación que las comunidades cristianas ofrecen al bien común de la sociedad» en Tierra Santa.
La Iglesia, a pesar de ser minoritaria, es uno de los actores sociales más implicados en el trabajo por la paz en todo Oriente Medio. Esta cuestión fue una de los principales temas tratados en el II Congreso de los Patriarcas y obispos católicos orientales, celebrado en Harissa (Líbano) a principios de diciembre. Al término el encuentro, hicieron un llamamiento a la comunidad internacional y a todos los implicados para caminar hacia el diálogo, la reforma y la reconciliación en todos los conflictos, «en especial en la Siria sangrante». También pedían «esfuerzos serios, reales y eficaces para encontrar una solución equitativa e integral» a la cuestión palestina.
Después del reciente conflicto en Gaza, parece que Tierra Santa vuelve, poco a poco, a la calma. El pasado domingo, el Patriarca latino de Jerusalén, monseñor Fouad Twal, visitó Gaza por primera vez tras los últimos bombardeos. Cada año, poco antes de Navidad, el Patriarca celebra la Eucaristía en la parroquia de la Sagrada Familia, la única de la Franja. Pero esta ocasión era especial. «Hemos sentido la tregua como un milagro, y esta Navidad es un renacimiento también para nosotros», afirmaba George, uno de los 180 católicos locales, a Radio Vaticano. Monseñor Twal dedicó su homilía al sentido de la Navidad, un don que desciende del cielo, pero también necesita hombres de buena voluntad; y pidió para Gaza y toda Tierra Santa paz y fe, «que debe ser fuerte en nosotros para continuar viviendo en esta tierra».
Los problemas en Gaza se notan también en Cisjordania. En Belén, «la situación ahora mismo es tranquila», pero «la gente vive de las peregrinaciones», y lo ocurrido en Gaza ha hecho que mucha gente las cancele. Esto, unido a la crisis, tiene preocupado a Issa (Jesús en árabe). Este cristiano de Bet Sahour (el Campo de los Pastores) se encuentra estos días en España para vender artesanía de madera de olivo y nácar, y así ayudar a las familias de su cooperativa.
Con todo, a Issa le falta tiempo para subrayar la ilusión con la que las familias cristianas de Belén esperan la Navidad, un tiempo «bien bonito». El 24 de diciembre, todo el mundo va a la basílica de la Natividad y espera la llegada de los Patriarcas católico, ortodoxo y armenio. Por la noche, la Misa del Gallo y la fiesta se prolongan hasta la madrugada. El día de Navidad, las familias se juntan por la mañana y comen juntas. Luego, «desde cada iglesia salimos en procesión hasta el Campo de los Pastores». Vivir esos días «nos ayuda para aguantar el resto del año. Dios nació aquí. Tenemos que quedarnos y aguantar, no importa lo que suframos, para que esto siga siendo un país con cristianos. Tenemos la esperanza de que nuestros hijos puedan vivir como los niños del resto del mundo».
Los obispos de Oriente Medio han elogiado el coraje de los fieles de Tierra Santa y el conjunto de Oriente Medio, que, a pesar de sufrir en algunas ocasiones una marginalización deliberada, «se atan a la tierra de sus antepasados y afrontan valientemente, con fe y esperanza, todos los desafíos cotidianos y, a veces, hasta el martirio»; y pedían aunar esfuerzos «para que los cristianos mantengan su papel en la edificación de sus naciones».
En mente de todos están este año los cristianos de Siria, pero también los de Iraq, acostumbrados a vivir Navidades muy difíciles. Un signo de esperanza ha sido la reapertura, el pasado sábado, de la catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Bagdad. En octubre de 2010, 58 personas -incluidos dos sacerdotes- murieron en un ataque terrorista contra el templo. «La nueva consagración de ese lugar de culto y de oración puede ayudar a los cristianos a renovarse interiormente», deseó el obispo caldeo de Kirkuk, monseñor Louis Sako. La consagración del templo estuvo presidida por el cardenal Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, que pidió «a Dios que las lágrimas derramadas aquí sean semilla de comunión y testimonio y den mucho fruto». Aseguró que «la comunidad eclesial desea contribuir a la serenidad, al progreso y, sobre todo, a la paz en esta nación, en Oriente y en el mundo».
El cardenal Sandri ha aprovechado para visitar todo el país durante cinco días. Su visita ha coincidido con la noticia de que un ayatolá chiíta iraquí en el exilio, Ahmad al Hassani, ha emitido una fatwa contra los cristianos de Iraq, ofreciéndoles la conversión al Islam o la muerte. En Kirkuk, el cardenal Sandri animó a los fieles a no permitir que la guerra, la pobreza y la emigración les hagan perder la esperanza. «Vuestra Iglesia, desde sus orígenes, ha afrontado, con el apoyo de maravillosos ejemplos de santidad y doctrina, no pocas persecuciones y el martirio. El Señor os exhorta a no temer, sino más bien a sacar agua de la fuente de la gracia, que se nos da en Cristo. Sólo nutriéndonos del pan de la caridad portaremos un testimonio veraz en la sociedad, entre miles de tensiones y luchas de poder».
Monseñor Sandri recordó también estas palabras de Benedicto XVI en su Exhortación postsinodal Ecclesia in Oriente Medio: «Un Oriente Medio con pocos o sin cristianos ya no es Oriente Medio, pues los cristianos participan con otros creyentes en la identidad tan singular de la región. Los unos son responsables de los otros ante Dios».
Fuera de Oriente Medio, uno de los lugares de mayor preocupación para la Iglesia, esta Navidad, es Nigeria. En los dos últimos años, docenas de personas han muerto en atentados contra las iglesias, y los ataques se multiplican en días especialmente señalados, como los de Navidad. El Secretario General de la Asociación Cristiana de Nigeria, el Reverendo Musa Asake, se ha mostrado «muy, muy preocupado»: 2012 ha sido el peor año en cuanto a la violencia del grupo islamista Boko Haram -más de 770 víctimas mortales-, y es difícil prever lo que pueda ocurrir en Navidad. Sin embargo -añadió-, el miedo no va a impedir que los cristianos celebren la Navidad. Por ello, piden a sus hermanos de todo el mundo que recen por ellos.
«Aquí la Navidad se celebra mucho mejor que en Europa, donde existe la esclavitud de los regalos y el ambiente externo. Aquí es más fácil tener una comprensión espiritual de la Navidad», explica a Alfa y Omega monseñor Camillo Ballin, el Vicario apostólico del Norte de Arabia. Bajo su cargo están Kuwait, Qatar, Bahrain y Arabia Saudí. En este último país, del que el obispo prefiere no hablar, la situación del cerca del millón de cristianos es especialmente difícil, pues no se permite la práctica de ninguna religión fuera del Islam. En el resto de países, el proselitismo está prohibido y el culto está permitido sólo en los lugares autorizados.
Esos lugares escasean. Con 350.000 católicos en Kuwait, otros tantos en Qatar y más de cien mil en Bahrain, los templos «son los mismos de hace décadas, cuando los católicos eran unos pocos cientos». Únicamente en Qatar les han dado permiso, hace poco, para construir un gran templo para 3.000 personas. Pero incluso ése se quedará pequeño en Navidad. La pasada Pascua, otras 6.000 se quedaron fuera. Explica el obispo: «Nuestra gente es muy fiel a los sacramentos, y celebran la Navidad de forma muy solemne. Estos días, tenemos en cada Misa miles de personas. La gente viene a la Iglesia a encontrarse con Jesús y, en Él, encuentran paz, alegría y consuelo en su vida, tan difícil».
La mayoría de los cristianos en estos países son inmigrantes asiáticos, sobre todo de India y Filipinas. Además de ser cristianos, se encuentran en los estratos más bajos de la sociedad, y en muchas ocasiones están solos o las familias están separadas: con su nivel de sueldo, no se permite a sus parientes entrar en el país; y los hijos mayores se van a estudiar fuera, pues no se les permite acceder a la universidad. Estos días, la Iglesia invita a que las familias cristianas acojan a quienes están solos, y también se organizan fiestas en las iglesias.
Sienten la Navidad como «la mayor fiesta del año», y «todos irradian alegría». Monseñor Ballin resalta, por ejemplo, una tradición de los inmigrantes filipinos, que cree que fue heredada de los españoles: durante los nueve días antes de Navidad, «vienen a Misa a las cuatro y media de la mañana. Es maravilloso ver cómo los padres traen a sus hijos, incluso los más pequeños, a esa Misa» antes de irse a trabajar.