En aquel tiempo, enviaron a Jesús unos fariseos y partidarios de Herodes, para cazarlo con una pregunta. Se acercaron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie; porque no te fijas en lo que la gente sea, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?»
Jesús, viendo su hipocresía, les replicó: «¿Por qué intentáis cogerme? Traedme un denario, que lo vea.»
Se lo trajeron. Y él les preguntó: «¿De quién es esta cara y esta inscripción?» Le contestaron: «Del César.»
Les replicó: «Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios, a Dios.»
Se quedaron admirados (San Marcos 12, 13-17).
COMENTARIO
SI hay algo que, de forma recurrente, aparece en boca de Jesús es la alusión a la doblez de corazón del hombre. Esa capacidad innata con la que nacemos todos los seres humanos para decir una cosa y obrar la contraria; para pensar algo y manipular las palabras con intención de engañar, e incluso traicionar nuestros propios pensamientos.
Dice el diccionario que doblez es “Astucia o malicia en la manera de obrar, dando a entender lo contrario de lo que se siente.” Todos, absolutamente todos, nos reconocemos a nosotros mismos actuando así, y por eso Jesús, maestro bueno se apoya hoy en la pregunta que procede de los fariseos y partidarios de Herodes para ofrecernos una catequesis profunda que nos permite reconocer quiénes somos y nos confronta con la verdadera naturaleza de nuestro corazón.
Siempre el Evangelio es luz y misericordia, y nunca juicio y castigo, por eso hoy, Jesucristo a través de sus palabras ilumina lo que a veces no somos capaces de ver, y bajo la apariencia de una pregunta inocente, inocua: «¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?», Jesús comienza por responderles con una frase que desnuda su intención: «¿Por qué intentáis cogerme? », es decir, “¿Por qué no me preguntáis directamente lo que me queréis preguntar?” “¿Por qué no sois transparentes y enredáis vuestras palabras para manipular?”
Pues bien, que el Evangelio del día de hoy ilumine nuestro corazón y , mas allá de generarnos desasosiego y desesperanza por sentirnos retratados en las palabras de Jesús, nos alegremos por recibir esta luz misericordiosa y por ser dignos, precisamente de ser alcanzados por su gracia.
Quizás para nosotros es imposible corregir esa forma de proceder, pero todo es posible para Dios. Oremos pidiendo a nuestro Padre del cielo que obre en nuestro corazón y nos haga nacer de nuevo a la “Vida” con mayúsculas para que nuestro corazón esté naturalmente inclinado al bien, a la transparencia, a la verdad.