23 de julio de 1942: Sophie Scholl y Christopher Probst despiden a sus amigos en la Estación Este de Munich, al partir éstos al frente ruso
Sophie Scholl es considerada la mujer alemana más influyentes del siglo XX. Ella es, junto al resto de miembros de La Rosa Blanca, uno de personajes emblemáticos elegidos con motivo del Año de la Noviolencia. El motivo: este 22 de febrero se cumple el 75º aniversario de su ejecución a manos del régimen nazi, al que habían plantado cara mediante unos panfletos que acabaron leyéndose en toda Alemania
75 años después de su ejecución, la historia de los jóvenes de La Rosa Blanca sigue siendo de plena actualidad. Tres de ellos –los hermanos Hans y Sophie Scholl y Christoph Probst– fueron decapitados el 22 de febrero de 1943 en la cárcel de Munich. Kurt Huber y Alexander Schmorell fueron ejecutados el 13 de julio del mismo año; Willi Graf, el 12 de octubre. De los seis, cinco eran jóvenes estudiantes, de entre 20 y 25 años, y el sexto, uno de sus profesores. Se trata de los principales miembros de La Rosa Blanca, un grupo de resistencia contra el nazismo que utilizó su mejor arma, la palabra, para intentar abrir los ojos a la sociedad alemana sobre la barbarie del régimen nacionalsocialista.
Dorso de la acusación a Sophie Scholl, en cuyo dorso ha dejado escrito Libertad
No les unió la política, sino la amistad. Una amistad profunda nacida de los intereses compartidos y, sobre todo, de la misma concepción del hombre y de Dios, que fue lo que determinó su oposición a la dictadura de Hitler. De origen tanto protestante como católico, los miembros de La Rosa Blanca eran aficionados a todas las formas de arte, y a la lectura. Su amistad se fue formando en tertulias literarias -muchas veces sobre libros prohibidos-, y en largas discusiones filosóficas y teológicas, en las que su rechazo al régimen fue tomando un protagonismo creciente, al mismo tiempo que crecía en intensidad su vivencia de la religión y su compromiso cristiano. Christopher (Christl) Probst, uno de los primeros ejecutados, recibió el Bautismo y la primera Comunión.
El ser infrahumano. Panfleto de propaganda
Christl, educado en un ambiente liberal, rechazaba el nazismo por la discriminación a los judíos -la segunda mujer de su padre lo era- y los programas de eutanasia. Había sido compañero de instituto de Alexander Schmorell, medio ruso, que sentía un odio visceral hacia el régimen por la guerra contra la que consideraba su patria, Rusia. Gracias a Alexander entró en contacto con Hans Scholl y Willi Graf, sus compañeros de la carrera de Medicina y de la Segunda Compañía de Estudiantes, de pertenencia obligatoria, que les hacía pasar algunas temporadas en el frente.
El grupo de amigos comenzó también a frecuentar las clases del profesor Kurt Huber, debido a sus veladas críticas al nacionalsocialismo. Sophie Scholl, hermana pequeña de Hans, se unió a La Rosa Blanca tras descubrir las actividades clandestinas de su hermano. Como Hans, había sentido en su adolescencia un encendido entusiasmo por los aspectos más visibles del nazismo -los desfiles, los movimientos juveniles…-, y había quedado defraudada al poco tiempo.
Entre junio y julio de 1942, La Rosa Blanca dio el paso definitivo: empezó a copiar de forma clandestina y a distribuir por correo, de forma anónima, sus panfletos, con textos redactados por Hans y Alexander. En ellos se criticaban duramente los fundamentos del nazismo y sus consecuencias prácticas -con datos de primera mano sobre Polonia y Rusia recopilados por conocidos-, se animaba al boicot y la resistencia pasiva, y se abogaba por una reconstrucción espiritual de Alemania y Europa, basada en sus raíces cristianas.
De derecha a izquierda: Alexander Schmorell y Hans Scholl, con otro amigo, en Rusia
Las actividades del grupo se interrumpieron entre agosto y noviembre de ese año, por estar varios de sus miembros haciendo las prácticas de Medicina en el frente ruso. A lo largo de ese verano, maduraron sus convicciones y sus creencias, y volvieron con fuerzas renovadas. Entre noviembre y febrero de 1943, distribuyeron otros dos panfletos. Tras lanzar unas copias del último en la Universidad de Munich, Hans y Sophie fueron detenidos el 18 de febrero, y poco más tarde lo fue Christopher Probst, que acababa de tener su tercer hijo. Los otros tres miembros fueron descubiertos en las investigaciones posteriores.
Antes de la ejecución, Christopher, Hans y Sophie pudieron juntarse por última vez. Christopher les dijo: «Dentro de unos minutos nos reuniremos en la eternidad». Y Hans, ante el verdugo, se despidió con un grito: «¡Viva la libertad! ¡Viva Alemania!»
María Martínez López