En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti» (San Mateo 11, 20-24).
COMENTARIO
El Señor llama y da autoridad. La gente se vuelve loca por la autoridad pero no atinan. Autoridades falsas o de exterior postín. Autoridades compradas, de conveniencia, infladas, huecas de valor y mérito. La autoridad en el ámbito académico consiste en el prestigio que se sustenta en el saber sobresaliente, la inteligencia y la capacidad para comunicar. Tres pilares que dan renombre a la autoridad.
A nivel puramente humano la autoridad la da el amor. El que ama es el que tiene autoridad. El que más ama es el que tiene más autoridad. El sacrificio es la medida del amor y el amor es la medida de la autoridad.
A nivel religioso o místico (palabra en parte descalificada en los tiempos actuales) la autoridad proviene de Dios. Dijo el Señor a Pilato que su autoridad provenía de lo Alto.
En definitiva todo proviene de Dios. Todo valor y valía tienen su raíz en él. “Sin mí no podéis hacer nada”, dice el Señor.
Dios es amor, por eso bien se entiende que si la verdadera autoridad la da el amor, en el cual consiste el ser de Dios, sea el mismo Dios el que concede la profunda autoridad, la del amor.
Cristo llama y da poder para realizar la misión encomendada, que no es otra que salvar al mundo. Sanación del alma y del cuerpo. Para ello hace falta estar revestido del poder divino. Espíritus impuros y sanación de enfermedades y dolencias.
Para ser evangelizador, apóstol, enviado, será necesario tener gran paciencia y cuidar de la propia vida sobrenatural. Guardar silencio interior y mostrar amor exterior.
Puede ser que el enviado se olvide que es un llamado y se empiece a atribuir cualidades que han sido dadas por Dios en calidad de apóstol. Son gracias que se reciben para ayudar a los demás. La soberbia ante posibles éxitos puede crear opacidad, que no deje translucir el ser de Dios.
El evangelio, a continuación, nombra a los apóstoles. No se trata de una simple función humana sino de una misión divina. Es lo más importante en la vida: la salvación que Dios nos trae, la salvación del mundo. Nada más trascendente, nada tiene más relieve, nada comparable. “De qué te sirve ganar el mundo entero si al final pierde su alma”.
El nombrar de Dios de Dios es capacitar para la misión. Sin embargo, Judas no pudo acabar su cometido. Algo pasó. Su corazón cambió para mal, se endureció. No basta con recibir el encargo divino, hay que colaborar y hacerlo bien. Las fuerzas del enemigo siempre amenazan con desdibujar nombres divinos. Deteriorar la misión de la Iglesia, desnaturalizar su mandato. Serán pues, la oración, el sacrificio y la vida sobrenatural las que será necesario cuidar para que no se desvirtúe la sagrada misión.
Resulta curiosa la instrucción final que Jesucristo da a los suyos- Les dice que no vayan a tierra de gentiles ni entren en ciudad de samaritanos, sino primero a las ovejas descarriadas de Israel.
La lógica y el orden divinos no coinciden con los modos humanos de pensar. Cuando, en otra ocasión, querían proclamar a Cristo Rey no se le ocurre otra cosa que decir que se fueran a la barca. Fue la multiplicación de los panes. Él había venido para ser rey, pero su reino de no era de este mundo. Había venido para evangelizar y se le brindaba una oportunidad magnífica. Había venido para la salvación universal, sin acepción de personas, y ahora nos sorprende con esta aparente reducción: solo al pueblo de Israel.
Él sabe, y sabe de verdad. Nosotros no. Nosotros buscando la no acepción de personas caemos en ella. Y Cristo con su aparente reducción se muestra salvador universal del mundo.
La viuda que echó un poquito de dinero resulta que echó más que aquella persona que dio de lo que le sobraba.
En un pesebre el reinado. En una cruz la salvación. En la humillación la gloria. En la pobreza la riqueza. Realmente no comprendemos. Pero una vez más Dios tiene razón, tiene la razón. Para algo es Dios.