En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: « ¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos?» Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: «En verdad os digo que, si no os convertís y hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los Cielos. El que acoge un niño como este en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre el rostro de mi Padre Celestial (San Mateo 18, 1, 5, 10).
COMENTARIO
Los niños en tiempos de Jesús tenían una valoración social distinta a la que tienen hoy. Eran un grupo muy importante de personas desamparadas que no tenían ninguna capacidad de decisión o influencia en los mayores. Jesús coloca la indigencia de un niño frente al deseo de prestigio e influencia que revela la pregunta de sus discípulos.
El gesto de Jesús nos revela dos enseñanzas:
La primera Invita a los discípulos a hacerse semejantes a los niños, que equivale a despojarse de sus deseos de dominio y poder.
La segunda es una invitación a toda la comunidad para una acogida sincera a todos los que se hacen como niños, pues ampararlos a ellos es albergar al mismo Cristo.
Es una llamada de Jesús a la conversión para la Iglesia, lo que cuenta en ella no son los puestos y los escalafones humanos, sino la actitud humilde y sencilla ante Dios.
La cuestión está clara, si quiero ser reflejo de la preferencia de Dios, ya estoy tardando en crecer más y más en receptividad, sencillez y humildad.