En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús tanto amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado:
«Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?» Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.»
Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino:
«Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?»
Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo (San Juan 21, 20-25).
COMENTARIO
“Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que te va entregar?” Al verlo, Pedro dice a Jesús: “Señor, y éste ¿qué?” Jesús le contesta: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme”.
Jesús resucitado, antes de subir al Padre, parece que quiere dejar bien atados algunos asuntos con sus discípulos. Algunos flecos sueltos han de ser ajustados, algunos toques últimos para la misión.
Se les aparece en la orilla del mar de Galilea, allí donde empezó la llamada, muy cerca de donde les habló del “pan de vida”.
Ha preparado cuidadosamente el encuentro con ellos. Les ha esperado pacientemente al amanecer junto a la playa. Tiene preparados panes y peces sobre el fuego para una acogida calurosa. Y luego, a esperar a que se acerquen a la orilla.
Jesús está en pie. Una postura que seguramente conocen, ya que Juan le reconoce a distancia: “Es el Señor”.
¡Venid y almorzad!
Reencuentro sorprendente. Es cierto, vive. De nuevo con nosotros. Y para siempre.
Luego hubo un diálogo más sorprendente aún:
- Simón Pedro ¿me amas más que estos?
- Sí, Señor, Tú sabes que te amo.
- Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos.
Y esto por tres veces. Queda liquidado el incidente que sabemos. Aquello fue un momento de ofuscación, de debilidad. Aquella mirada llena de amor, de misterio, lo borró todo. Hubo arrepentimiento, hubo recuperación. Quedó sobrenadando la promesa: “Cuando te recuperes, confirma a tus hermanos”.
Jesús resucitado confirma la promesa: “Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos”.
La llamada es rarificada: “Sígueme”.
Viendo al discípulo que los seguía, Pedro pregunta: “Señor, y éste ¿Qué?
No sabemos lo que pasaba por la cabeza de Pedro. ¿Curiosidad? ¿Preocupación? ¿Conciencia de una misión que se inicia? ¿Deseo de conocer el lugar que Juan va a ocupar en el rebaño de Jesús?
La respuesta de Jesús parece algo enigmática de modo que dio lugar a interpretaciones sorprendentes: corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría.
“Si quiero que se quede hasta que yo venga, a ti ¿qué? Tú sígueme”.
Jesús parece invitar a Pedro a un seguimiento fiel y confiado.
El encargo de apacentar las ovejas y los corderos, no implica un dominio sobre ellos. El verdadero y único Pastor sigue siendo Jesús. Él es el pan de vida. La misión de Simón es guiar a las ovejas y a los corderos a los buenos pastos, defenderlas de los peligros pero el Pastor y al alimento es Jesús resucitado.
“Tú, sígueme”.
Siguiendo al Buen Pastor ya cumples la misión. Tú ama. Con eso respetarás la vocación de cada uno. Servirás realmente a tus hermanos, mis corderos y ovejas de mi rebaño. Amándome y siguiéndome completarás tu misión, mi encargo. Yo estoy contigo, yo estoy con él. Estoy en ti y estoy en él. Es la nueva relación que mi resurrección posibilita.
“Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.