En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: – «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (San Juan 6, 35-40).
COMENTARIO
¡Que bueno eres Señor!… y con cuanta misericordia me tratas. Hoy al escuchar tus palabras me siento afortunado de haberte conocido porque no te han visto mis ojos pero te han reconocido mis oídos, porque no he escuchado tus palabras pero sí que ha resonado en mi corazón mucha predicación y tantos testimonios recibidos.
Te he reconocido cuando escuchaba tu Palabra, cuando la predicación interpelaba mi raciocinio. Te he sentido llevándome de la mano en mi camino, cuando me consolabas en mis tristezas, cuando me dabas luz en mis desatinos. Has tenido paciencia con mi flaqueza, has dado luz a mis pensamientos para reconocerte en los acontecimientos de cada día. Has hecho oídos sordos a mis enfados y pataletas y cuando más te he necesitado me has sostenido. Me aconsejas, me sigues animando y me das de tu esperanza cada día.
No dejes que mire mi ombligo, no levantes tu mano de mi hombro y ayúdame a caminar poniendo siempre mis ojos y mi meta en ti. Tú eres mi Camino, tú eres la única Verdad y en ti esta la Vida con mayúsculas que espero alcanzar únicamente por tu fidelidad porque para eso vienes cada día a encontrarte conmigo.
Gracias Señor, gracias por tu ayuda en este día.
¡BUEN DÍA CON EL SEÑOR!