Silvana Ramos ha publicado un interesante reportaje en el portal Catholic Link sobre la búsqueda de Dios… y la ayuda que puede prestar a ese anhelo de la mano de las Confesiones de san Agustín. Confesiones es el libro a través del cual conocí a san Agustín. Es el que más recomiendo cuando de conversión y lucha se trata. Además de ser un hermoso diálogo entre san Agustín y Dios, esta autobiografía demuestra que los santos también fueron pecadores así como tú y como yo. Entre sus líneas muchos hemos encontrado reflejadas nuestras historias y nuestras caídas. Ha servido y sirve de inspiración y aliento para la conversión de tantos. Les dejo una reflexión a modo de galería sobre las Confesiones. Que estas palabras nos sigan inspirando hoy como ayer en la búsqueda por la verdad, que no es sino la búsqueda de Dios. 1. Los tiempos de conversión son los tiempos de Dios. “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo; me retenían lejos de ti cosas que no existirían si no existieran en ti. Pero tú me llamaste y clamaste hasta romper finalmente mi sordera. Con tu fulgor espléndido pusiste en fuga mi ceguera. Tu fragancia penetró en mi respiración y ahora suspiro por ti. Gusté tu sabor y por eso ahora tengo más hambre y más sed de ese gusto. Me tocaste y con tu tacto me encendiste en tu paz”. 2. Dios es quien siempre llama, quien siempre busca y quien se encarga personalmente de cada uno de nosotros “Entonces tú, [mi Dios], tratándome con mano suavísima y llena de misericordia, fuiste modelando poco a poco mi corazón”. 3. Pedir a Dios significa también estar dispuestos a escuchar y recibir lo que Él nos da. Dios nunca se equivoca “[Dios mío], los hombres te consultan sobre lo que quieren oír, pero no siempre quieren oír lo que tú les respondes. Y el buen siervo tuyo es aquel que no se empeña en oírte decir lo que a él le gustaría, sino que está sinceramente dispuesto a oír lo que tú le digas”. 4. Dios conoce lo más profundo de nuestro ser, es Él quién lo ha modelado con sus propias manos “[Señor Dios mío], tú eres interior a mi más honda interioridad”. “[Tú, oh Dios,] estás presente también en aquellos que huyen de ti”. “¡Oh Señor omnipotente y bueno, que cuidas de cada uno de tus hijos como si fuera el único, y que de todos cuidas como si fueran uno solo!” “Tú eres, [oh Dios mío], inaccesible y próximo, secretísimo y presentísimo”. 5. Dios nos forma a través de otros. La responsabilidad del amor incondicional “Ella lloraba por mi muerte espiritual, [Dios mío], con la fe que tú le habías dado, y tú escuchaste su clamor. La oíste cuando ella con sus lágrimas regaba la tierra ante tus ojos; ella oraba por mí en todas partes, y tú oíste su plegaria… Sus preces llegaban a tu presencia, pero tú me dejabas todavía volverme y revolverme en la oscuridad”. “¿Cómo podía ser que tú desoyeras y rechazaras las lágrimas de la que [Mónica, mi madre] no te pedía oro ni plata ni bien alguno pasajero sino la salud espiritual de su hijo, que era suyo porque tú se lo habías dado?”. 6. Dios es nuestro único consuelo ante la muerte “El único que no pierde a sus seres queridos es el que los quiere y los tiene en Aquel que no se pierde. ¿Y quién es este sino tú, nuestro Dios, el que hizo el cielo y la tierra y los llena, pues llenándolos los hizo?”. 7. La misericordia de Dios es infinita. Nunca nos cansemos de pedir perdón “A ti la alabanza y la gloria, ¡oh Dios, fuente de las misericordias! Yo me hacía cada vez más miserable y tú te me hacías más cercano. Tu mano estaba pronta a sacarme del cieno y lavarme, pero yo no lo sabía”. 8. La generosidad en la comunidad cristiana es un verdadero camino de conversión “Habíamos pensado contribuir con lo que cada uno tuviera para formar con lo de todos un patrimonio común, de modo que por nuestra sincera amistad no hubiera entre nosotros tuyo y mío, sino que todo fuera de todos y de cada uno”. 9. A Dios solo lo encuentran los humildes, los más pequeños “No te acercas, [oh Dios], sino a los de corazón contrito, ni te dejas encontrar por los soberbios por más que en su curiosidad y pericia sean capaces de contar las estrellas y conocer y medir los caminos de los astros por las regiones siderales”. 10. La muerte no es el final. La verdadera vida está junto a Dios “Nuestra casa no se derrumba por nuestra ausencia, pues nuestra casa es tu eternidad”. 11. El descanso y el sentido de nuestra existencia solo se verá saciado en Dios “[Señor Dios], nos creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti”. |