Siempre en vela
«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos”». (Lc 12,35-38)
El capítulo 12 de San Lucas está presidido por enseñanzas de Jesucristo que tienen un tono escatológico que nos invita a mirar más allá, al cielo, al final. Estas orientaciones no se refieren solamente a sus escogidos; son, tal como se señala en el versículo primero del capítulo, para una muchedumbre de miles de personas, para todos, sin excepción. En ellas Jesús nos dirige el mensaje de amor de saber valorar las cosas de la tierra con los ojos puestos en el cielo.
Nos mueve a no andar por la vida con medias tintas, sino con la radicalidad de quien sabe que lo mejor que tiene es su fe. En ese sentido, en el inicio del capítulo 12, Jesús exhorta a vivir la pobreza y la humildad, a no atesorar en vano, preparándonos a entender con generosidad el significado de las imágenes que el Evangelio de hoy pone ante nosotros: la cintura ceñida y la lámpara encendida. Los judíos usaban amplias vestiduras y, para realizar algunos trabajos, era necesario, o al menos conveniente, tener esa ropa recogida para dar agilidad a un viaje, para tener una mayor disponibilidad ante un esfuerzo, etc. De modo que la vestidura no fuera un impedimento para la disponibilidad conveniente a la acción. De manera semejante, la lámpara encendida es propio de quien espera bien con ilusión, bien con afecto, bien con deferencia, bien con prudencia, a alguien. A un “otro” que incide en mi vida.
Y termina esta parte diciéndonos el Señor que la persona que está preparada, disponible para lo que de ella se espera, será feliz. Pienso que una manifestación de disponibilidad muy atractiva y exigente es redescubrir que tenemos que amar este mundo y sus cosas nobles, pero convencidos y manifestando que no es el definitivo, y que vale la pena estar siempre abiertos a las exigencias del cristianismo. ¿Y cómo lograrlo? Me viene al corazón una idea de San Josemaría que está recogida en el punto número 495 de Camino: “A Jesús se va y se vuelve por María”. Estamos en el mes de octubre, mes dedicado tradicionalmente al rezo del Rosario, desde que en el año 1571, gracias a la protección de María Santísima, los cristianos vencieron a los turcos en la batalla naval de Lepanto.
Quedan unos días para terminar este mes, unos días aprovechables para estar más disponibles, con la cintura ceñida, con la luz encendida… con la posibilidad de rezar personalmente y en familia el Santo Rosario, que nos ayudará a contemplar a Cristo, a contemplar nuestra vida, con los ojos de María, y a vivir esa disponibilidad que a Ella le llevo a decir: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según su Palabra”.
Gloria Mª Tomás y Garrido