«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho”». (Jn 15,26-16,4ª)
“Cuando venga el DEFENSOR (…) el Espíritu de la VERDAD…”. Recuerdo una película, bastante mala por cierto, en la que el cómico Jim Carrey interpretaba a un abogado “mentiroso convulsivo” al que su hija, al soplar las velas de tarta de cumpleaños, hechizó al cumplirse el deseo de esta de que su padre no pudiera mentir. Lógicamente, los juicios eran un desastre, y es que, así a primera vista “abogado defensor” y “verdad” (con todo el respeto hacia los abogados) parecen términos incompatibles.
Además, Jesús, hace esta promesa a sus discípulos “para que nos os tambaleéis” y antes de que suceda para que “cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.”
Hasta ahora Jesús, en su discurso de despedida ha hablado de “amor” y de “unidad”, del mandamiento nuevo. Ahora habla de una realidad bien distinta: “os odiarán por mi causa”; seréis mis testigos (en los oídos de los lectores de Juan, en griego original: seréis mis mártires).
¿Y acaso no es este el resumen de 2000 años de cristianismo? Desde Esteban hasta el sacerdote asesinado que acompañaba a los obispos ortodoxos secuestrados en Siria, todavía en paradero desconocido; desde Nerón que acusó a los cristianos del incendio de Roma hasta los “progres” que responsabiliza a Juan Pablo II de la proliferación del SIDA en África; desde Diocleciano hasta los países que actualmente mantienen la “ley antiblasfemia”; desde Pedro y Pablo a Monseñor Oscar Romero (a quien, por cierto, Papa Francisco ha desbloqueado su causa de beatificación). Durante el siglo XX ha habido en la Iglesia más número de mártires que en toda su historia, incluidos los tres primeros siglos; y lo que llevamos de siglo XXI no le va a la zaga. Historia que se repite una y otra vez. Desde Herodes, que tras pasar a cuchillo a Santiago vio que eso agradaba al populacho (cf. Hch. 12), cada vez que el mandamás de turno tiene problemas que hacen vacilar su poltrona, la solución fácil: “pan y circo” y en el circo lo más fácil es colocar: en la jaula de los leones a los cristianos del Coliseo, en la pista de los payasos (léase el “Gran Wyoming”, por ejemplo), numeritos de escarnio y mofa contra la Iglesia. Y en el “más difícil todavía” los magos de la manipulación, tratando de ilusionar con que desaparecen los problemas reales, sacan de la chistera el siempre socorrido “as” que guardan en la manga: Leyes contra la vida y la moral, casi siempre dejando como víctimas a los más indefensos, o propuestas de anticlericalismo rancio de los que añoran la quema de conventos.
Y si no, todo lo contrario, que no sé que es peor: tratar de comprar a la Iglesia, o mejor su silencio cómplice, por un plato de lentejas, o por un plan de restauración de catedrales, o por un mejor concierto con la asignatura de religión… Alguien dijo que en este país siempre se iba detrás de los curas, unas veces con una vela; otras con un garrote. Pero me da, que casi siempre con la misma finalidad: Callar un mensaje que no tendría que molestar a nadie: “Amaos”; pero que la realidad de los siglos ha hecho patente que resulta molesto. Ser cristiano es un continuo vivir contracorriente. No estaba de moda en los primeros siglos, ni está de moda ahora. El verdadero cristiano ha vivido siempre bajo sospecha. Lo ha sido así siempre. Incluso cuando todo el mundo era cristiano.
Es por eso que, si la sola idea de que me puedan incomodar, incluso sin llegar a perseguir, pueda hacer tambalear mi fe; más miedo me dan todavía los “defensores del Defensor”. “El que os dé muerte pensará que da culto a Dios”. Otra constante de dos milenios. ¡Ay de los que quieren “defender” a Dios. Si Dios necesita de nuestra defensa, apañado va!
Uno se estremece cuando ve utilizar los símbolos religiosos en favor de intereses propios, manipular a dios (en minúscula). La espada, aun adornada en forma de cruz, sigue siendo espada, la hoguera siempre quema, el garrote vil siempre será vil por muy santo que sea el tribunal que dicte sentencia, y el que se pone una bomba en el cinturón esperando que algún dios le premie con un paraíso repleto de huríes, lo más que podrá descubrir es que cuando llegue al supuesto paraíso, sus partes pudendas habrán quedado tan dañadas que las huríes… ni caso. Una religión que matando cree dar culto a dios, tiene por culto la muerte.
Y aunque no se tenga miedo a los que matan el cuerpo. Hay otra violencia quizás más grave: “Os excomulgarán”. Condenación eterna. Otros dos milenios de “ley mordaza”. Desde Pedro, acusado por los propios apóstoles de haber entrado en casa de un pagano. Pablo acusado de saltarse la ley de la circuncisión. Prácticamente todos los grandes santos del Siglo de Oro español tuvieron problemas con la Inquisición. Y hoy, sin ir más lejos, hay quien no ha visto con buenos ojos que uno de los primeros gestos de Papa Francisco haya sido lavar los pies ¡a una mujer! y además ¡musulmana! Y es que los hay más papistas que el papa. Con razón dijo Jesús tras este gesto: “¿comprendéis lo que he hecho?…
“Os he hablado de esto para que no tambaleéis” Y es que, hay situaciones en las que es difícil mantener la fe. Solo quien se siente amenazado necesita un defensor. ¿Tengo conciencia de que soy atacado, amenazado? Si no es así es posible que mi fe se haya acomodado, que me guste llevar una vida tranquila, burguesa. Y ante el menor asomo de la cruz me busque un abogado que me justifique, que me adule, que me instale en mi mentira…
O pedir el auténtico Defensor: el Espíritu de la Verdad. La Verdad os hará libres, porque si Dios está con nosotros; ¿quién estará contra nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios? ¡Esta es la defensa! ¡Esta es la verdad!
Bienaventurados cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. (Mt 5, 11-12)
Pablo Morata