«En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Jesús les respondió: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!”. Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? 0 qué fuisteis a ver, ¿un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: ‘Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti’. Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”». (Mt 11,2-11)
La pregunta de Juan revela su duda sobre el que había de venir. Juan anunciaba el bautismo; Jesús se remite a sus obras con frases de los profetas, que anunciaban la liberación y la salvación.
La respuesta de Jesús es claramente afirmativa. Sus signos, contemplados a la luz de los oráculos proféticos, revelan claramente que Él es el Mesías, el que tenía que venir; y dejan ver también que su mensaje es una buena noticia.
Una lección para nuestros días; una escucha recíproca, seria, bien fundada y beneficiosa para todos en la búsqueda humilde y apasionada de la verdad: Jesús. Un acto de confianza que propone un horizonte de luz, un mensaje que interpreta la realidad. El vínculo estrecho entre Jesús y la verdad ya aflora en el Evangelio de Juan.
Escribía Simone Well: “Cristo ama a quien prefiere la verdad a él. Si nos desviamos de él para dirigirnos a la verdad, no recorreremos mucho camino sin caer en sus brazos”.
Nuestros ojos deben de ver con más profundidad, bajo la superficie de las apariencias y las manifestaciones, para descubrir una realidad positiva que existe en nuestros corazones. Y así preparar la Navidad llevando dentro a Dios y transmitir la fe, la paz, la alegría y el amor sin limites.
Miguel Iborra
2 comentarios
Me parece muy sencilla, directa y JOVEN la manera de darse a conocer esta familia monástica; cada miembro expone sencillamente su experiencia…Y se dejan sitio unas a otras…No se atropellan.¡¡Como ocurre en las familias numerosas cuyos compnentes se quieren de veras!!..
Miguel: me ha gustado mucho tu comentario del evangelio de ayer día 15, mirando dentro de ti encuentras todas las respuestas , y muy bien acertadas, intentaré tambien hacerlo yo.
enhorabuena