«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará”». (Jn 16,12-15)
Estos versículos siempre me llamaron la atención pues la revelación con Jesucristo está completada, pero la promesa de conocer la verdad completa está llegando con la venida del Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad.
Un día hace ya mucho tiempo, pero dentro del tiempo que me ha tocado vivir, escuche a Dalí responder a una pregunta que le hacían sobre el Museo del Prado. La pregunta: ¿si se incendiara el Museo del Prado, qué cuadro salvaría Vd.? La contestación de Dalí: “Intentaría atrapar de entre las llamas el Espíritu de las Meninas. En este cuadro está contenida toda la grandeza de las obras que contiene el Museo”. No cabe duda de que la respuesta aun siendo tremenda, me gustó. Pienso y creo que la verdad de las cosas, la verdad del Hijo de Dios y la verdad del Padre solo la terminamos conociendo a través de la verdad del Espíritu. Para los católicos, conocido como Espíritu Santo, tercera persona de la Trinidad.
Si miramos a nuestro alrededor, arriba, abajo, a un lado y al otro, en seguida nos damos cuenta de que todo tiene un espíritu, decimos el espíritu de la letra; estas letras que estás leyendo lo contienen, si leemos una novela, si escribimos una partitura o pintamos un cuadro, todo tiene su espíritu; cuando nos referimos a las leyes hablamos del espíritu de la ley. Cada persona al vivir, al obrar y al relacionarse deja una estela y solemos distinguir si el espíritu que tiene es de aquella o de esta manera.
Aquí y ahora en este comentario el que nos interesa es el Espíritu de la verdad, el Paráclito, el que nos permite conocer la verdad de los hombres y la verdad sobre Dios: la paciencia, el que sirve, el que no envidia, el que no se jacta, el que no se engríe, el que no busca lo suyo, el que no toma en cuenta el mal, el que no se alegra con la injusticia, el que se alegra con la verdad, el que con él todo tiene excusa, el que todo lo cree, todo lo soporta y todo lo espera (1Cor 13,4-7). Porque en esto consiste la caridad y porque la caridad es Dios y no acaba nunca.
Esta verdad nos ayuda a no dejar pasar ningún momento para hacer el bien, el bien en nuestras relaciones con los demás, el bien con nuestra familia, con nuestros amigos, con nuestros vecinos, con nuestros paisanos, con nuestros conciudadanos, con nuestro trabajo y con nuestro mundo. Para terminar os invito a contemplar y tener presente en vuestra, nuestra vida, estas palabras, dones, o regalos: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad, temor de Dios y alegría.
-Sabiduría. Capacidad para juzgar según la medida de Dios.
-Inteligencia. Para comprender el designio de amor que tiene Dios para los hombres.
-Consejo. El diálogo con los acontecimientos, que te ayuda a no renegar del amor de
Dios.
-Fortaleza. Soy fuerte en la debilidad, para cumplir la voluntad del Padre y del Hijo
(amaos los unos a los otros).
-Ciencia. Acción de gracias por todo lo creado.
-Piedad. Nos cura el corazón de dureza, apaga los focos de tensión y de división:
amargura, cólera, impaciencia y acrecienta los sentimientos de comprensión, de
tolerancia y de perdón.
-Temor de Dios. Os aclaro una sola cosa: “No hay temor en el amor”, el temor solo se
produce cuando eres consciente de que se puede perder el amor y sobre todo el amor de Dios.
-Alegría. Según algunos creyentes entre los que me incluyo, este sería el octavo don,
fundamento del creyente y contagio a los hermanos.
Por estos caminos vamos conociendo al otro, a los otros y a Dios. ¿Será esto la plenitud? Queda mucho camino por recorrer, mientras haya hambre, mientras haya guerra, mientras haya violencia los unos contra los otros, las unas contra las otras, los otros contra las unas y las unas contra los otros.
Que el Señor nos bendiga y el Paráclito nos guíe y asista para llegar al verdadero conocimiento.
Alfredo Esteban Corral